Un sueño de más de 30 años

Escrito por Gerardo Loredo, tras terminar su carrera en GFNY Monterrey el pasado 5 de marzo:

El arranque fue intempestivo, era de esperarse, mi corazón quiere reventar, mis pulmones mas que inhalar gritan desesperados y mis piernas al rojo vivo parecen desgarrarse, pero mi voluntad solo piensa en seguir peleando, sé que si quiero tener oportunidad de acercarme a un podio tengo que mantenerme en ese primer pelotón el mayor tiempo posible, que difícil es, pero para esto he entrenado. Debo seguir y lo haré hasta que mi cuerpo no responda más.

GFNY Monterrey en su 5ª edición, esta carrera ha sido un referente en nuestra familia, las 3 primeras las corrí en el tándem con Eduardo, en la 4ª Lalo trazó su propia historia triunfando en el medio fondo, en esta ocasión vuelvo como siempre a rodar acompañado de mis hijos, tíos y amigos. Soy ahora de los más jóvenes de la categoría que ya rebasa el medio siglo de vida y que se acerca inexorablemente a los 60, vengo muy bien entrenado de la mano de mi coach Enrique, mi nutrióloga Evelyn y mi fisioterapeuta Cristy, sigo soñando como siempre en la gloria de alcanzar un triunfo que hasta ahora solo he podido imaginar.

Los más fuertes no aflojan, rodamos a un ritmo que va partiendo el pelotón en grupos cada vez más pequeños, les he resistido durante 55 km, en el grupo cercano a la punta veo a Lalo y todavía tengo a la vista el reloj de carrera, estoy rompiendo mis propios límites y en mi cabeza no hay más opción que la de seguir con el grupo, llegamos a los repechos antes de la zona de la presa, les aguanto uno, les aguanto dos y veo con desesperación que ahora soy la cola de ese pequeño pelotón, no tardan en cortarme y dejarme poco a poco, es inevitable el momento en que el físico no está a la altura de la voluntad, sin embargo estoy tranquilo, por un lado veo que Lalo sigue en el grupo como uno más de ellos y por otro comprendo perfectamente que les he aguantado incluso más de lo planeado y tengo la madurez para saber que puedo colgarme del siguiente grupo y mantener vivo el sueño.

Un sueño que empezó hace más de 30 años cuando competí por primera vez montado en una bicicleta, inexperto, sobreentrenado, sin estrategia, con la ignorancia de aquel que cree que puede hacerlo por si mismo, sin contar con los recursos para tener un entrenador y aferrado solo a la voluntad y el deseo, fracasando una y otra vez en las competencias, muy lejos no solo del podio sino incluso de un buen desempeño. Sin entender lo que pasaba y solo impulsado por el deseo me prometí a mi mismo y a mi hermana como testigo, que algún día no solo iba a estar en un podio sino que iba a ganar una carrera.

Pasa más tiempo de lo que esperaba cuando por fin escucho acercarse al segundo grupo, debemos haber ido muy fuerte para habernos separado tanto, me cuelgo a ellos y regresa el sufrimiento, brinqué de la sartén al fuego, la zona de la presa es mucho más dura de lo que esperaba, pero logro aferrarme al grupo. Mientras mi cuerpo llega de nuevo a su límite tengo presente el consejo del siempre amable Luis Lemus “Por ningún motivo dejen ni 2 metros al pelotón al momento de llegar a la Carretera Nacional porque será imposible reintegrarse”, desgraciadamente, aún cuando lo di todo, fueron justo 2 metros lo que me separé de ellos y solo pude ver como se alejaban mientras pensaba “Ahí se va mi podio y el sueño de lograrlo”.

La vida tiene muchas etapas, en mi caso cada una más hermosa que la anterior, formé una familia al lado de Adriana y de la mano del trabajo duro educamos a nuestros hijos siempre con el deporte teniendo un lugar primordial en nuestras vidas. Bajé mucho mi propio ritmo de entrenamiento y subí el del trabajo, durante este tiempo solo gané unos 30 kilos. Los chamacos fueron creciendo, dejaron de ser niños y llegó el momento en que ya no podía aguantarles el ritmo, fue por mis hijos que dejé a un lado mi entrenamiento y fue por ellos que regresé con más ganas, formamos un equipo con Enrique y durante ya varios años he entrenado a su lado, me han forzado a darlo todo y he perdido los 30 horrorosos kilos que tanto odié. Ya en mis cincuentas me di cuenta de que de la mano de Celeritri podía competir en mi categoría de edad y el sueño que había encerrado bajo llave resurgió incluso con más fuerza.

La Carretera Nacional me golpeó e intento noquearme, pero aun cuando se me había ido el podio no hay escenario en el que yo deje de pelear, sabía lo que tenía que hacer, rodar conservando energía y pegarme al siguiente grupo hasta llegar a Chipinque. No tardaron en alcanzarme, trabajamos juntos y llegamos a un muy buen ritmo a la marca de los 103 km al inicio de la montaña, a partir de ahí sería un reto personal, pura voluntad y dejar la piel en el camino.

La subida es eterna, veo con desesperación como me rebasan un sinnúmero de ciclistas, al menos todos ellos se ven más jóvenes y siento que mi lugar no empeora, comienzan las amenazas de calambres, el dolor en piernas y pecho crece pero no me importa, estoy convencido que no hay versión de mi mismo que pueda ganarme, pelearé hasta el final y de todos los universos el Gerardo Loredo que gane hoy seré yo, aprieto los dientes levanto la mirada e intensifico el ritmo, después de un rato primero la escucho y luego al pasar una curva la veo, la meta está a mi alcance, me trepo a los pedales y hago el sprint más fuerte que me permite el cuerpo, no dejaré que ni un segundo sea la diferencia de obtener un mejor lugar.

Apenas cruzo la meta me derrumbo exhausto, tienen que ayudarme a desmontar para poder caminar hacia el abastecimiento y poder sentarme, me reúno con Lalo, Cintia, Iván e Iliana. Descansamos cerca de una hora porque si bien la carrera terminó tenemos que regresar a la macro plaza rodando, mientras nos reponemos Enrique publica que en los resultados preliminares Cintia e Iván ganaron el primer lugar en la categoría él y ella y que al parecer obtuve podio, no quiero creerlo por temor a que al final no sea verdad, cuando por fin regresamos todos me felicitan ¿Será verdad? crece en mi la esperanza porque al parecer fui segundo.

Lo siento real cuando llaman mi nombre a la zona de premiación, entro feliz a esperar el turno de mi categoría, nombran al tercer lugar y luego en el segundo dicen otro nombre. NO PUEDE SER, pienso que hubo un error y no estoy en el podio, la desesperación y la tristeza me inundan a tal grado que me cuesta trabajo darme cuenta de que es mi nombre el que repiten en primer lugar, aún sin creerlo subo al podio con mi medalla de campeón y es solo hasta que estoy en todo lo alto que por fin lo entiendo, un sueño de más de 30 años se ha cumplido.

 

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